Londres, 1996.
La Mansión Morgüer era una casona construida a principios del siglo XIX. Para ser bastante antigua, se mantenía en perfecta condiciones, aunque no se traba se una casa moderna, era un lugar bastante amplio y acogedor. Claro, si hubiera sido habitad por humanos pero en este caso, no era así.
El sótano estaba alumbrado por un misterioso fuego azul que brillaba en las paredes de aquel lugar y se podía observar a dos seres, uno tan pequeño como un niño de 5 años que se paseaba de un lugar a otro de forma impaciente, y el otro de apariencia de un adulto de 35 años, que estaba sentado esperando a algo... o a alguien...
-¡Amo! ¡Amo! Ese incompetente del ángel ya llegó- dijo una especie de gnomo de no mas de 1.20 cm, completamente arrugado y de apariencia grotesca.
-Muy bien, ahora... ¡Largo de mi vista, Orion!- Gruño el aparente amo del gnomo. El llevaba una túnica color turquesa que le llegaba hasta las rodillas y llevaba unos pantalones negros que llegaban a parecer calzas.
-Pe...pero señor amo, yo quiero...
-¡Lárgate maldita sea!-Le cortó el amo.
-Quien diría que Azazel, un gran jefe de los docientos ángeles caídos necesita a un ángel de la muerte para poder cumplir un capricho suyo, ¿eh?- Dijo un muchacho apareciendo entre las sombras. Este llevaba unos pantalones holgados negros y una camiseta bastante apretada, que permitía ver su desarrollado cuerpo.
-Alexander- Azazel hizo una reverencia con su cabeza en forma de saludo- espero que no se te suban los humos a la cabeza.
- Es inevitable, que tu me pidas ayuda, realmente es de presumir, demonio Azazel.
- No me hables como si tu no fueras como nosotros, "ángel" de la muerte.- dijo remarcando la palabra ángel y sonriendo de oreja a oreja, mostrando unos dientes exageradamente blancos y afilados como los de un tiburón- También robas almas de humanos, asesinas solo por diversión y no te importa nadie mas que tú.
-Pero a diferencia de ustedes, mi trabajo es justificado, idiota.- dijo Alexander de forma divertida.
-Silencio Alexander, sabes ya la razón por la cuál te he llamado.
-Eh... supongo- dijo Alexander mientras se rascaba la cabeza distraídamente no muy seguro de su respuesta.
-Creo que aquí el idiota eres tu, Alexander.
-Haha, como digas. ¿Que es lo que quieres de mi Azazel?
- Deseo que mates a una persona.
-Buuh- resoplo Alexander- debí haberlo imaginado. ¿Porque alguien querría disfrutar de mi compañía?- dijo con un fingido tono de voz dolido y melancólico.
- A pesar de que eres el mejor de tu especie y muchos te piden ayuda, eres realmente desagradable.
- Pero te olvidas que muchos me aman- Alexander sintió el ego en su voz- y me desean a morir.
- No nos desviemos de tu misión.- dijo molesto Azazel.
-Bien, de verdad eres bastante aburrido, ¿es que acaso no tienes sentido del humor?- dijo Alexander en un suspiro, mientras sacaba de su pantalón una libreta de forro negro- Dime la fecha y hora de la muerte.
- 8 de diciembre de 2013, a las 00:00.
- Bien, bien, ¿Algo más?- preguntó Alexander mientras escribía perezosamente sobre su libreta.
-¿Esperas algo más?
-Si, una taza de café, galletas, una película XXX y mujerzuelas a mi alrededor- dijo Alexander con aparente sarcasmo- El nombre de la victima, eso es lo que estoy esperando. Idiota.
-¡No le vuelvas a hablar de ese modo a mi amo! ¡Maldito cuervo de pacotilla!- Grito Orion desde el fondo de la sala donde aparentemente había estado esperando el momento de salir de allí.
-¿Cuervo? Espero que no me estés llamando así por el color de mis alas, intento de duende deformado.
-Ya verás...
-¡Cállense los dos de una maldita ves!- Grito Azazel con una cólera que se escapaba de sus palabras.
-Tsk, esta bien. Realmente deseo salir de este lugar, huele a azufre y realmente apesta a esa cosa- Alexander dijo señalando a Orion- ¿Y bien?
-¿Y bien, que?
- El nombre del ser que muere, idiota. Espero que la paga valga la pena Azazel.
-Lo valdrá, te lo juro.
-No se si fiarme de tus promesas...
-Se llama Lauren.
-¿Que?- pregunto sorprendido Alexander.
- La chica que matarás, se llama Lauren. Lauren Cold.
-Muy bien, déjamelo en mis manos.
Y con esas palabras, Alexander desapareció del mismo modo en el que apareció entre las penumbras del sótano.
-Espero que no falles, Ángel de la Muerte, Alexander...-susurró para si mismo Azazel.
-Amo, ¿porque le dio este trabajo a ese ángel?- pregunto arrodillándose frente a Azazel- Usted sabe que yo podría haberlo hecho.
-Si, lose muy bien Orion.
-Entonces, ¿porque?
-Verás Orion- y mientras Azazel le contaba la verdad, Orion no podía evitar estremecerse de vez en cuando- Es por eso que tu, ni yo, ni nadie en este mundo puede hacer eso.
- Entonces usted...
-Si Orion, así es.
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